jueves, 24 de marzo de 2011

TOT Festival en Barcelona

Ya en otras ocasiones he dicho que Barcelona parece estar recobrando el pulso titiritero que había perdido en los últimos tiempos: profusión de nuevas y jóvenes compañías, buenos espectáculos, cada vez más locales con programación titiritera, y un festival, el del Pueblo Español, que se ha convertido en un referente importante dentro del mapa catalán y español de los festivales de títeres.

El TOT Festival ha presentado este año una programación de lo más interesante, con espectáculos estelares como The Eart and the Universe, de la compañía iraní Yase Tamam Group, compuesta únicamente de mujeres. También se vio el fin de semana pasado el magnífico espectáculo "Geneviève, si chaste, si pure" de la famosa compañía belga Taptoe Theater, con dirección de Massimo Schuster.

Para el próximo fin de semana, podrán verse los dos últimos espectáculos de Bambalina Teatre, "Don Quijote" y "Carmen", aplaudidos como dos de los mejores montajes de la compañía valenciana, con dirección de Carlos Alfaro y de Jaume Policarpo respectivamente.

Para más información sobre el programa del festival, clicar aquí.

Los artífices del TOT Festival son por un lado el gerente del Poble Español, Jorge Bernárdez, quién ha visto la oportunidad de potenciar una iniciativa que llevaba años celebrándose con éxito, y que tuvo la brillante idea de poner como director artístico a Jacques Trudeau, reconocido marionetista canadiense que en estos momentos ocupa la secretaría general de UNIMA. La dirección del Festival ha programado igualmente varios encuentros entre profesionales que buscan dinamizar el género en Barcelona y Cataluña. Este sábado, a las 13h, debate sobre el tema: "Cómo conseguir financiamiento en tiempo de crisis".

martes, 15 de marzo de 2011

Un Polichinela en Los Caprichos de Goya

Añado esta imagen sugerida por Adolfo Ayuso en el Comentario que ha hecho a mi última entrada y que sigue lo que me contó Gonzalo Cañas sobre Polichinela. Se trata del grabado de Goya "¡Qué sacrificio!" perteneciente a la serie de Los Caprichos. Como se indica en Wikipedia, existen varios comentarios al mismo. El que se conserva en el Museo del Prado y que podría ser del mismo Goya dice:

¡Como ha de ser!. El novio no es de los más apetecibles pero es rico y a costa de la libertad de una niña infeliz se compra el socorro de una familia hambrienta. Así va el mundo.
El conservado en la Biblioteca Nacional dice:

El vil interés obliga a los padres a sacrificar una hija joven y hermosa casándola con un viejo jorobado, y no falta un cura que apadrine semejantes bodas.

Como puede observarse, la figura del novio podría ser perfectamente un Don Cristóbal Polichinela tal como se definió en España.

Siguiendo indicaciones de Gonzalo Cañas en nuestra entrevista, y citando de nuevo el texto de Wikipedia, "Este tema lo repite en muchas de sus comedias Moratín, desde El viejo y la niña hasta su célebre El sí de las niñas, y es habitual en la literatura satírica de aquel tiempo. Goya amplifica el aspecto grotesco transformando al novio en caricatura y resaltando así el aspecto satírico del grabado."

Sin duda Valle-Inclán se inspiró mucho en Goya.

Gonzalo Cañas y Don Cristóbal Polichinela

(Gonzalo Cañas en su apartamento de la calle San Roque)

He tenido la suerte estos días de ver y charlar largamente con Gonzalo Cañas, un viejo amigo titiritero de Madrid al que conozco desde finales de los setenta y con el que he mantenido siempre cordialísimas relaciones. Recuerdo que en el año 80 nos invitó a actuar en la Sala Lavapiés en el marco de un magnífico festival de títeres organizado por él mismo. Más tarde, cuando abrimos el Teatro Malic, presentó allí su espectáculo “El Toro Ibérico”, en el que Cañas salía al escenario vestido de torero. En los años ochenta hasta bien entrados los noventa, solíamos actuar en Madrid prácticamente cada año, ya fuera en el teatrillo del Retiro que dirigía Paco Porras, o en alguna de las salas o municipios de la capital. Y se convirtió en una costumbre visitar a Cañas en su apartamento de la calle San Roque, no sin antes compartir con él un buen cocido madrileño en el Bocho, una popular taberna que todavía hoy continúa impertérrita en la mencionada calle.
Le expliqué mis Rutas de Polichinela y los motivos de mi estancia en Madrid, y rápidamente entró Cañas en materia, al ser éste un tema muy suyo, por el que ha dado muchas horas de su vida.
- Tenemos un problema con Don Cristóbal Polichinela: no sabemos nada o casi nada de él. Se lo contaba a Adolfo Ayuso y estuvimos discutiendo la cuestión sin llegar a demasiadas conclusiones. Por ejemplo, ¿cuándo y cómo surgió el personaje? Sabemos que en Andalucía estaban los Cristobitas, títeres de guante populares que compartían semejantes características con los polichinelas italianos. Conocemos incluso a un titiritero, Juan Misa. Era Cristobita un personaje positivo en el sentido de pobre y justiciero, con el que podían identificarse los espectadores de la calle. ¿Pero cuándo y por qué de pronto sube de categoría, recibe nombre propio, se le antepone el Don, se le califica de Polichinela y se convierte en un personaje rico, tenebroso, impresentable y muy odiado? Algo que sucedió en algún momento a finales del XVIII. Fíjate que el nombre de Don Cristóbal Polichinela ya aparece en un escrito de Jovellanos, en el que carga contra el teatro callejero malhablado y pendenciero de los títeres. Yo tengo mi propia teoría sobre el asunto…
Absorto escucho las palabras de Cañas, que tan bien retratan y sitúan al personaje sobre el que precisamente quiero hablar en mi capítulo sobre Madrid. Pues bien conocida es la ortodoxia titiritera sobre el nombre principal que toma Polichinela en España: el de Don Cristóbal, aunque luego nadie se haya detenido a pensar, salvo Cañas y otros estudiosos como Adolfo Ayuso o tal vez el mismísimo Porras, el por qué aquí se convierte en un personaje tan negativo –aunque Lorca lo trate siempre con un cierto cariño. Habría que añadir que si bien es cierto que el Punch inglés y en cierta medida el Polichinelle francés gozan de atributos poco edificantes, no por ello dejan de ser personajes “positivos” en el sentido de ser objetos de proyección del pueblo llano y callejero, que ve en él a alguien semejante, sin pelos en la lengua y buen repartidor generoso de estacazos justicieros.

(La Boda, cuadro de Goya)
- Mi teoría parte de una figura muy importante entonces en España, que encontramos en los grabados y en algunas pinturas de Goya, así como en numerosas obras teatrales: la figura del indiano, el nuevo rico que llega prepotente, inculto y grosero de América, invierte su dinero en propiedades y compra una mujer joven con la que casarse. El cuadro de Goya La Boda es una perfecta ilustración del mismo: gordinflón, cara de cerdito, labios carnosos y prominentes, con muchos lacitos en el cuello, y que parece ser objeto de burlas y habladurías por parte de la concurrencia. La que es o será su mujer, camina por delante de él, muy tranquila y dueña de si misma, pues seguramente sabe muy bien lo que hace al casarse con un ricachón sin renunciar a los amantes, como los dos jóvenes que en un segundo plano miran la escena con murmuraciones, tal vez rabiosos y sin duda maquinando estrategias futuras. Este indiano, para mi, es ya Don Cristóbal, y encarna al personaje que acabaría transformándose en el Polichinela tal como lo mostró Lorca y tal como la tradición nos lo ha dejado.

(Pulcinella enamorado, de Giandomenico Tiepolo)
Contemplo el cuadro del que habla Cañas, y comprendo perfectamente lo que quiere decir. Es curioso que por la misma época, Giandomenico Tiépolo en Venecia tome la figura de Pulcinella para exponer en sus grabados, frescos y pinturas su visión pesimista y decadente de la Serenísima. También allí a finales del XVIII actuaban los titiriteros en la Plaza de San Marcos con un Pulcinella vulgar y soez que irritaba a los moralistas y divertía a la canalla. Sin embargo, la visión del personaje que nos retrata Tiépolo habla más de su decadencia que de su maldad. Para el veneciano, Pulcinella era un símbolo del final de la República y cuando retrata a los venecianos, los viste a todos de blanco como Polichinelas, con sus sombreros largos, sus jorobas siniestras, sus máscaras negras y sus narices prominentes. Hay crítica y desdén pero también piedad y compasión en su mirada.
España es demasiado negra para visiones tan sofisticadas: la decadencia del Imperio es apabullante, y la ruina social y moral del país, indisimulable. Las pinturas negras de Goya enlazan además con una tradición ibérica de raíces medievales, que pasa por La Celestina y Lope de Rueda, cruza Cervantes y toda la novela picaresca, se tiñe de tintes oscuros durante el barroco, se alambica retóricamente con Quevedo y estalla visualmente en la obra de Goya. Polichinela, como ocurre con todos sus primos en Europa, se metamorfosea de distinto modo según el contexto, y adquiere en España una tonalidad oscura, satírica y popular. Nace el Don Cristóbal Polichinela, personaje aún más negro que el difamado Punch inglés. Éste, al lado del español, no es más que una caricatura, cruel y maligna, pero en cierto modo simpática. A Don Cristóbal, en cambio, no hay quién lo salve. Y si despierta simpatías, es porque todos los títeres, por siniestros e impresentables que sean, acaban recabando nuestra gracia e indulto: su exagerada caricaturización nos provoca la carcajada. Así ocurre con la sátira de lo hiperbólico y lo grotesco. ¿No es acaso el impresentable personaje de Torrente inventado por Santiago Segura una especie de moderno Polichinela tan inmundo como popular y querido lo es por su público? O como el Ubú de Jarry, este egoico psicópata e insufrible.
Continúa Cañas exponiendo su teoría del Don Cristóbal:
(Federico García Lorca)
- Fíjate en el Polichinela de Lorca: según la genealogía del personaje que nos presenta el poeta en el prólogo al “Retablillo de Don Cristóbal”, éste es un don nadie que se hace rico tras hacerse pasar por médico y quedarse con el dinero del enfermo tras dejarlo patitieso. A partir de aquí, sus maldades y ruindades son un cúmulo que no se detiene hasta que el mismo Polichinela acaba reventando…. Y no cabe duda que Lorca se inspiró en la tradición popular del personaje, aunque él luego le diera forma propia.
Tiene razón Cañas. Y lo curioso del caso es que a pesar de tanta maldad, el mismo Lorca emplee expresiones de simpatía hacia el personaje, como si por el hecho de ser un títere, fuera normal extralimitarse en las pasiones y los deseos más deleznables. Pero el poeta, en boca del Director, sólo tiene dulces palabras para su personaje: “Las malas palabras adquieren ingenuidad y frescura dichas por muñecos que miman el encanto de esta viejísima farsa rural. Llenemos el teatro de espigas frescas, debajo de las cuales vayan palabrotas que luchen en la escena con el tedio y la vulgaridad a que la tenemos condenada, y saludemos hoy en «La Tarumba» a don Cristóbal el andaluz, primo del Bululú gallego y cuñado de la tía Norica, de Cádiz; hermano de Monsieur Guiñol, de París, y tío de don Arlequín, de Bérgamo, como a uno de los personajes donde sigue pura la vieja esencia del teatro.”
Toda una lección de dramaturgia titiritera la que despliega Lorca en sus prólogos y epílogos. Un lenguaje que permite este tipo de personificación teatral capaz de gozar poéticamente de lo grostesco sin rasgarse las vestiduras.
También Valle-Inclán bebió de la misma fuente y tiró del mismo filón, aunque él lo llevara todavía más lejos, creando un género propio, el Esperpento, que establece el recurso a lo grotesco como método básico de deformación y denuncia de la realidad. Y mientras Lorca poetiza lo grotesco, sin eliminarlo pero con el cariño de su visión dulce e inspirada, Valle-Inclán lo exagera hasta el absurdo y el disparate, sin jamás perder su carga tenebrosa y profudamente dramática.
Pero volvamos a Cañas y a su teoría del Don Cristóbal:

(Jacinto Benavente)
- No sólo Lorca recurre a Polichinela. El personaje, tal como yo lo veo, aparece en muchas obras importantes del teatro español. De entrada, en “Los intereses creados”, de Jacinto Benavente, estrenada precisamente en el Teatro Lara en 1907, aquí al lado.
En efecto, el Teatro Lara se encuentra en la Carretera Baja de San Pablo, muy cerca de la calle San Roque dónde nos encontramos. Allí se estrenó “Los intereses creados” en el año 1907, con tal éxito que al acabar la representación, Benavente fue llevado en hombros como un torero hasta su domicilio.
- En “Los intereses creados” de Jacinto Benavente –continúa Cañas–, Polichinela es un viejo truhán convertido en el hombre más rico de la ciudad y padre de la hermosa Silvia, a la que se verá obligado a ceder atrapado por las redes del pícaro Crispín. Parece haberse inspirado aquí el autor en el Polichinelle francés, personaje comodín capaz de encarnar los papeles más ruínes y grotescos, y al que Benavente no tiene reparos en identificar con la típica figura española del viejo nuevo rico, padre en este caso de una hija hermosa y enamorada, de la que pensaba sacar buena tajada, pero a la que debe renunciar atrapado por la astucia de Crispín y el enamoramiento de los jóvenes Leandro y la misma Silvia.
Muy acertada la observación de Cañas al citar esta obra clave de quién fue flamante autor español y Premio Nobel de Literatura en 1922, quién define “Los intereses creados” como “…una farsa quiñolesca, de asunto disparatado, sin realidad alguna.” Y continúa Benavente diciendo en su prólogo: “Pronto veréis cómo cuanto en ella sucede no pudo suceder nunca, que sus personajes no son ni semejan hombres y mujeres, sino muñecos o fantoches de cartón y trapo, con groseros hilos, visibles a poca luz y al más corto de vista.” Una obra pues de títeres escrita para actores, algo que será una constante en muchos autores.
- Pero no sólo Benavente. También Alejandro Casona en “Cornudo, apaleado y contento” trata el tema del viejo marido al que su mujer engaña con saña, Alfonso Rodríguez Castelao (1886- 1950) lo hace en “Os velhos non deben enamorarse” (estrenada en 1941), y en la zarzuela “Los gavilanes” de Javinto Guerrero con texto de José Ramos Martín, el indiano que regresa rico pretende casarse con la hija de quién fue su amada antes de partir. Un tema, como ves, muy presente en el teatro español, y que los títeres no hacen más que recoger y desarrollar a su manera, es decir, llevándolo a su máxima exageración.
Habría que añadir aquí la obra de Molière “El cornudo imaginario” estrenada en 1660, una afortunada comedia cuya temática llega a Valle-Inclán y a sus “Cuernos de Don Friolera”, obra para nosotros capital para explicar la relación de este autor con la estética de los títeres. Y tantas otras del teatro clásico español, lo que no hace más que reforzar la teoría de Gonzalo Cañas sobre el arraigamiento del personaje de Polichinela en esa tradición secular del viejo rico, grotesco y enamorado.
Una verdadera lección de titiritismo es la que nos regala Cañas con su teoría, a la que humildemente no puedo más que sumarme. Una teoría que nos habla de títeres pero también de psicología y de historia de un país, España, siempre tan dado a las tonalidades oscuras.

(Ramón del Valle-Inclán)
Tocaría hablar ahora de Valle-Inclán y del Bululú, una temática compleja y de un extraordinario interés respecto al asunto despachado aquí. Temática que tocaremos en próximas entregas.

viernes, 11 de marzo de 2011

Días en Madrid: museos y la Pradillo.


(autómata de monos en el Museo Romántico)
Hacía tiempo que no pasaba días largos en Madrid y lo he aprovechado para regodearme visitando algunos museos secundarios que sin embargo me han maravillado. Me estoy refiriendo al Museo Romántico, al Museo Cerralbo y a la Fundación Lázaro Galdiano. Son museos pequeños que no pueden competir con los grandes de la capital pero que tienen en cambio el enorme atractivo de lo singular y de lo esmerado, muy bien pensados además para agasajar al visitante.
Se preguntará el lector qué tienen que ver estos museos con los títeres, centro temático de este blog, y les diré que poco y mucho. En realidad, en ninguno de ellos se exhibe marioneta alguna, aunque sí algún autómata y muchos cuadros, muebles y relojes. Pero lo importante es que nos hablan de Madrid con enfoques que permiten acercarnos a sus distintas épocas y que constituyen la suma del Madrid de hoy. Incluso el orden mecionado de los museos nos ofrece una diacronía respecto a las épocas de estudio: el romanticismo para empezar, la casa-museo de Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), XVII marqués de Cerralbo, aristócrata, miembro activo del partido carlista, coleccionista y arqueólogo, y finalmente, el museo situado en lo que fue también la casa de José Lázaro Galdiano (1862- 1947), financiero, mecenas, editor, bibliófilo y coleccionista de arte español. Como se ve, existe una sucesión temporal en la vida de los creadores de los dos últimos museos, y puede decirse que los tres nos ilustran en profundidad sobre la historia madrileña y española de todo el siglo XIX hasta los inicios del XX. Una época clave para entender el Madrid histórico y más reciente de los títeres.
(una de las salas del Museo Cerralbo)
De los tres, me quedo sobretodo con los dos primeros, simplemente por haber respetado sus interiores palaciegos así como parte del mobiliario, aunque a veces éste proceda de otros lugares. La casa de Lázaro Galdiano ha sido en cambio completamente remodelada para convertirse en “museo de verdad”, es decir, sin acumulación de obras y con un criterio de exposición digamos “museístico moderno”. Supongo que la razón es la importancia de algunas de las piezas recogidas por este extraordinario coleccionista, con varios Goyas, un par de Boscos, Zurbaranes, Grecos y otras pinturas y objetos de altísimo valor. Pero a pesar de ello, me quedo con la menos “museística” versión de los dos primeros, sobretodo con la casa del Marqués de Cerralbo, cuyo piso superior se ha dejado tal como lo dejó Don Enrique de Aguilera, y que tanto nos dice de su época. La acumulación aquí es total y absoluta, para muchos seguramente exagerada, no para mi, pues me encantan estos museos estrafalarios y anodinos. Todas las habitaciones del piso superior de la casa Cerralbo son una maravilla y lo sorprendente es que entre tantos artilugios, armas, relojes, muebles, esculturas y objetos de todo tipo, no haya ninguna marioneta. Los relojes funcionan todos y es emocionante esperar que dén las horas, pues de pronto todo el museo se pone a sonar con timbres y ritmos insospechados y a cuál más diferente y original. Los mismos empleados del museo, amables y educados, parecen estar impregnados del encanto del lugar y sorprende su solícita actitud, muy inclinados a responder a cuantas preguntas se nos ocurra hacer.

(biombo, Museo Romántico)
El Museo Romántico, situado en el número 13 de la calle San Mateo, ocupa un precioso edificio construído en 1776 por el arquitecto Manuel Rodríguez. Su fundador fue Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942), quién cedió una importante colección de cuadros, muebles y objetos de su propiedad, anticipo de lo que sería el futuro museo. En seguida se le añadieron otras colecciones, como los dos cuadros de Alenza donados por el Marqués de Cerralbo u objetos pertenecientes a grandes literatos como Mariano José de Larra, José de Zorrilla, o Juan Ramón Jiménez. Interesante saber que intelectuales de la talla de José Ortega y Gasset, Francisco Sánchez Cantón o el Marqués de Lozoya tuvieron un gran interés en el mismo. Igualmente, durante la Guerra Civil fue su director Rafael Albertí. Lo bueno del museo es que siempre quiso enfatizar su condición de Casa-Museo, lo que lo hace hoy tan interesante. A subrayar que la reciente restauración que ha sufrido (estuvo cerrado de 2001 a 2009) no parece haber menguado su interés, como tantas veces sucede cuando se modernizan este tipo de museos antiguos.

(detalle del biombo del Museo Romántico)

Del Museo Romántico todo es destacable, pero para el interesado en el tema titiritero, le recomendaría visitar la sala de juguetes, con algunos autómatas y distintas figuras para el recreo infantil; una maqueta del museo visto desde fuera y por cuyas ventanas pueden verse los interiores con curiosas animaciones resueltas visualmente con proyección de video en cristales invisibles; y, por último, un extraordinario biombo decorado con transparencias animadas manualmente por detrás.

Visita a la Sala Pradillo y al “Circo Submarino” de Onírica Mecánica.

(Juan Muñoz en la Sala Pradillo)
Conozco a Juan Muñoz, fundador de La tartana y director de la Sala Pradillo, desde el año 1977. Fuímos colegas en la Coordinadora de Salas Alternativas cuando el Teatro Malic existía, y desde entonces guardamos una buena amistad. En 2009, sin ir más lejos, presenté en la Pradillo la versión castellana de mi libro “Malic, la Aventura de los Títeres”. Se entiende que al venir a Madrid, intente ver qué se cuece por la Pradillo y charlar de paso un rato con Juan Muñoz.
Supe así de la realidad actual de las Salas Alternativas en Madrid, a muchas leguas de cómo estaban hace lustros (en una época entonces de difíciles supervivencias) pero aún así no desprovistas de problemas, como es propio que ocurra en este tipo de negocios poco dados al beneficio económico. Desde el punto de vista artístico, La Pradillo se ha centrado últimamente en la danza y en el teatro de marionetas, con una excelente política de nuevas producciones de la compañía La Tartana. Vi uno de sus últimos espectáculos en Barcelona hace un par de años y me he quedado con las ganas de conocer su última obra, “Monstruos en la Maleta”. Lo que sí pude ver es una representación de “Circo Submarino” de la madrilena compañía Onírica Mecánica, programada dentro del Festival Teatralia precisamente en La Pradillo.

(imagen de la escenografía de Circo Submarino)
La interesante propuesta, escrita, dirigida e interpretada por Jesús Nieto al que le acompaña en el escenario Sergio García, destaca por la rica escenografía construída por el colectivo Ferroluar, del que vi unos magníficos trabajos en la misma Sala Pradillo hace un par de años (ver artículo). Los catalanes Raúl Martínez y Tony Martínez, artífices de Ferroluar, han creado para Onírica Mecánica una singular pista de circo para una época “post-civilizada” de la humanidad. En él se muestran los ejemplares decadentes de una especie, la nuestra, que ha sucumbida arrastrada por las ansias ciegas de velocidad, por sus desmesuradas ambiciones y por una insensibilidad y cerrazón que culminan en el número extraordinario del “hombre hielo”: tanta frialdad había en su corazón, que acabó envuelto en un bloque de hielo.
La escenografía recrea un mundo frío y mecanizado habitable sólo por personajes tales como “la mujer Nada” encarnada en una piedra, por malabaristas de palabras, ladrones de aire, hombres pulga o el ya citado “hombre hielo”. Un teatro de objetos muy bien tratado por Jesús Nieto, buen conocedor de este tipo de lenguaje, y del que su compañía hace un uso excelente. El texto, trufado de intervenciones que quieren denunciar el vacío de nuestra existencia, nos traslada a un espacio apocalíptico y submarino, allí dónde yace sepultada la extinguida civilización humana. El público, que llenaba a rebosar la sala, aplaudió con fuerza al acabar la función y se llevó de recuerdo un trozo del verdadero y gélido bloque de hielo que envolvía a uno de los personajes, al que Sergio García liberó a golpes de martillo y cincel en uno de los momentos más bellos de la obra.

martes, 8 de marzo de 2011

Títeres en Madrid

(imagen de Félix Manlleu. Sacada del artículo de Adolfo Ayuso "Félix Manlleu: Domador de Leones y Hombre del Guiñol", publicado en Fantoche nº2, 2008)

Mis Rutas de Polichinela me han llevado en esta ocasión a Madrid, aprovechando mis actuaciones en el Festival Teatralia. En efecto, actué el pasado fin de semana en La Casa Encendida -maravilloso lugar, por cierto, con un público que llenó los dos días la sala y unos técnicos y encargados que me hicieron sentir como en casa-, y el próximo lo haré en Torrelaguna y Alcorcón. Luego el siguiente fin de semana tocará Hoyo de Manzanares y San Sebastiá de los Reyes. Para más información sobre Teatralia, pulsar aquí.

Madrid cuenta con largas tradiciones titiriteras, que se remontan al Siglo de Oro y que encontramos durante los siglos posteriores (para su estudio, ver el ya canónico libro de J.E.Varey "Los títeres y otras diversiones populares de Madrid: 1758-1840. Estudio y Documentos"). A finales del XIX y primera mitad del XX, Madrid vive la misma explosión titiritera que existió en toda Europa, y que se caracterizó por la presencia de numerosas compañías de titiriteros que recorrían los pueblos y las ciudades españolas. Son el tipo de compañías que existían también en Portugal y de las que se conservan unas buenas colecciones de títeres y de imágenes fotográficas, todas ellas visibles en el Museu da Marioneta de Lisboa.

Existen pocos estudios de esta época, y los interesados estamos esperando en candeletas la aparición del anunciado volumen sobre la Historia de los Títeres en España de Adolfo Ayuso, que por lo visto se halla ya muy avanzado. De este médico, estudioso y autor de textos para títeres, habría que destacar el artículo publicado en la revista Fantoche nº2 (2008) de Unima Federación España "Félix Manlleu: Domador de Leones y Hombre del Guiñol", dónde se explica cómo este insólito personaje que fue Don Félix Manlleu, pasó de ser domador de leones a ser titiritero, figura habitual en el Paseo de los Rosales y también en el Parque del Retiro. Manlleu fue el titiritero que Buñuel y García Lorca llevaron a la Residencia de Estudiantes en el año 1922 y que tanto influyó en la visión teatral de ambos artistas. De capital importancia en este asunto es la conferencia que dio Buñuel sobre Teatro de Títeres en la Residencia de Estudiantes (conferencia publicada en el libro "Recordando a Luis Buñuel", de Pedro Christian García Buñuel, DPZ y Ayuntamiento de Zaragoza. Zaragoza, 1985). Quién esté interesado en la figura de Manlleu, le recomienda lea el citado artículo de Adolfo Ayuso publicado en Fantoche.

Manlleu, granadino de nacimiento, aprendió por lo visto a hacer títeres de niño, seguramente enrolado en alguna de las compañías que representaban Don cristóbal por Andalucía. Cuando su estrella de domador languideció, tuvo que recurrir a los títeres para ganarse el sustento. Dado el interés que despertó en los jóvenes intelectuales de la época, debería destacar por su buena técnica y por presentar un repertorio clásico y tradicional de Don Cristóbal. Se sabe poco del mismo, pero sí que utilizaba lengüeta, que tenía cinco personajes femeninos y que el diablo era otro de los personajes habituales (fuente: artículo citado de Adolfo Ayuso).

(portada del libro de Francisco Porras "Titelles, Teatro Popular")
Pero el Madrid titiritero llega a la segunda mitad del sigle XX con un buen acopio de titiriteros que en los difíciles años de la posguerra siguen llevando sus retablos por la ciudad, y muy especialmente al Parque del Buen Retiro. Hay que mencionar aquí a Talio, a Don Redondón (que luego fue a México y cuyo hijo, Víctor Torres, prosiguió ya en Madrid su carrera de titiritero), y al inefable Porras, también conocido por "El Titiritero del Retiro", excéntrico y ególatra, y uno de los personajes titiriteros fundamentales de los setenta y los ochenta en Madrid. Sus libros, resultado de una entrega apasionada a su vocación investigadora, siguen siendo un referente obligado sobre muchos de los temas aquí tratados.

Puede decirse que en esta segunda mitad del siglo XX, la actividad titiritera en la capital es desbordante y ha dado un sinfín de nuevas compañías de mucho interés. Además del Teatrillo del Retiro, habría que mencionar a la Sala Pradillo fundada por la Tartana y que hoy dirige Juan Muñoz.

De todas estas realidades voy a indagar, charlando con unos y con otros, recogiendo anécdotas, datos e imágenes de interés.